«La energía se almacena como el Kamekameha» le explica Gonzalo (10) a Jose (11).
En nuestro centro de Madrid llevábamos a cabo un programa de Refuerzo Educativo para niños y niñas de primaria en el que no solo se trabaja para favorecer su autonomía a la hora de estudiar, sino que se preparan actividades concretas para favorecer el proceso de aprendizaje de conceptos, temas e incluso técnicas de estudio.
Es decir, que no solo se trabaja persiguiendo unos objetivos curriculares individuales, sino que además se aprovecha la dinámica que se genera en el aula para fomentar la interacción entre los y las menores a través de diferentes actividades. Estas comprenden desde trabajar diferentes técnicas de estudio a aprender sobre hechos históricos, desarrollar la creatividad o trabajar la expresión corporal.
Con esta dinámica de trabajo, cada menor se supera a sí mismo de forma individual, pero también influye en el resto del grupo de manera positiva. En nuestra aula, un alumno de menor edad puede transmitir el valor de perseverancia a uno de mayor edad, el de mayor edad enseñarle al menor los conocimientos que tanto le contó aprender el curso anterior y entre todos compartir su experiencia gestionando emociones para que otros aprendan a hacerlo también.
Hemos estado todo el año combinando el trabajo online con el presencial, utilizando todos los recursos a nuestra disposición y, sobre todo, con una metodología de adaptación continua a las circunstancias. Siempre tratamos de que las actividades sean divertidas y transmitan algún valor o enseñanza: con temas de actualidad como la igualdad de género o el medio ambiente, utilizando las TIC, realizando talleres…
Aprovechamos las diferencias de edad para crear un ambiente de diversidad más cercano a la actualidad social, donde los menores se vean como personas y no como “niños o niñas de X curso”. En este espacio de desarrollo personas e integración social, todos y todas tienen la oportunidad de transmitir sus vivencias, de aportar al grupo y de recibir en igualdad.
Miguel (10) le esplica a Mikella (12) cómo se cambió el sistema de trueque por la moneda:“La gente estaba cansada de que los timaran y en lugar de cambiar pollos por vacas, cada uno cambiaba el pollo y la vaca por monedas y así no tenías que calcular cuantos pollos eran una vaca. Además, podías guardarte las monedas para después, porque si se te moría la vaca ya no tenías ni leche ni pollos ni nada”.
El Programa de Infancia y Juventud en nuestro centro de Madrid es posible gracias a la financiación de la Comunidad de Madrid.